Hace más de tres años tuve la oportunidad de ver la película Duplicity, protagonizada por Julia Roberts y Clive Owen, una comedia romántica apoyada en un guión que aborda, con relativa profundidad y escaso acierto, el tema del espionaje industrial entre dos grandes compañías del sector de la cosmética, las cuales cuentan con los servicios de dos profesionales que anteriormente habían sido agentes de servicios secretos gubernamentales (concretamente la CIA y el MI6 británico).

A la luz de los comentarios y críticas que se publicaron entonces sobre la película redacté unas notas con el ánimo de publicar un post al respecto. Pero en aquel momento estaba embarcado en un proyecto que ocupaba gran parte de mi tiempo por lo que aparqué la publicación para una mejor oportunidad.

Con el paso del tiempo había olvidado el asunto pero, por azar, este fin de semana he vuelto a ver el filme, en este caso en la TV, y al recordar aquellas notas decidí recuperarlas y publicar este artículo sin más demora evitando así que vuelva a olvidarme de materializar un alegato en defensa de la Inteligencia Competitiva, en especial de sus profesionales. 

En la película, con poco tacto y escaso conocimiento del tema, se presenta la imagen de unos expertos en múltiples materias, sin escrúpulos, que además mezclan trabajo con relaciones personales, y se asimila o confunde el espionaje industrial con la Inteligencia Competitiva; entre mis notas de entonces encuentro unas referencias donde el propio director, Tony Gilroy, quizá todavía bajo el influjo de su llamativa pero inverosímil trilogía Bourne, comenta: “no existe una sola corporación en este mundo que no tenga un departamento de inteligencia, ….ofensivo y defensivo. En decir, un grupo de espías”. 

La frase es muy atractiva si se utiliza para promocionar la película pero también poco atinada cuando identifica departamentos de inteligencia con conjuntos de espías. Nada más lejos de la realidad; es evidente que existe el espionaje industrial, uno de cuyas principales actividades (ilícitas) es la copia y distribución de patentes, pero, con independencia del sector donde actúe, no deja de ser espionaje, actividad que según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua se dedica a obtener información fraudulenta.

Conforme a esta definición Tony Gilroy viene a decirnos que no existe una sola corporación en el mundo que no tenga un departamento de inteligencia que se dedica a actividades fraudulentas.  Esta teoría la apoyan otros comentarios similares de la época donde se afirma, por ejemplo, que el espionaje entre compañías tiene diferentes nombres, espionaje industrial, espionaje empresarial e inteligencia competitiva, pero todos se refieren a lo mismo.

Ante este tipo de afirmaciones, desgraciadamente muy comunes, no puedo menos que romper una lanza en defensa de la Inteligencia Competitiva y de sus profesionales. Con objeto de no crear confusión exponiendo algunas definiciones más o menos aceptadas de esta moderna disciplina utilizaré como argumento una breve frase de síntesis de la Asociación de profesionales de Inteligencia Competitiva y Estratégica (SCIP; www.scip.org) : “La Inteligencia Competitiva es una disciplina ética de negocios para toma de decisiones basada en el conocimiento del entorno competitivo”.

Es posible que la sentencia no ayude mucho a proporcionar una idea clara sobre lo que es la Inteligencia Competitiva, pero si sobre lo que no es: no es espionaje.

Para evitar este tipo de confusiones demasiado habituales, en mis presentaciones y conferencias insisto siempre en subrayar que la práctica de la Inteligencia Competitiva se basa en principios éticos y legales; ciertamente sus profesionales obtienen y analizan información sobre los competidores, sus actividades y estrategias, así como sobre las tendencias y oportunidades del mercado y se adoptan actitudes ofensivas y defensivas, pero siempre en estricto respeto a la legalidad y la ética.

Si, como sucede en la película, en algunas actividades empresariales e industriales ambos términos brillan por su ausencia posiblemente esta práctica redunde en grandes beneficios para sus autores pero, por más que repitan que se trata de Inteligencia Competitiva, si no se aplican estrictamente los principios de respeto a la legalidad y la ética, el hecho de utilizar el nombre y adjetivo, sin  hablar claramente de espionaje, no hará que sea realmente Inteligencia Competitiva.