La semana pasada participé representando a la Fundación FUNCOAS en la reunión del Foro TIC para la Sostenibilidad que desde hace ya dos años organizan conjuntamente la Asociación empresarial del sector TIC, AMETIC, y FUNCOAS. Su tema monográfico está dedicado este año a las smart cities o ciudades inteligentes, término que si bien tiene ya una cierta antigüedad, casi dos décadas, ha debido esperar hasta hace poco tiempo para alcanzar una gran difusión debido principalmente a la importancia de los desafíos que conlleva, sin olvidar la sugestión que ejerce la utilización del vocablo smart, de moda en nuestra realidad cotidiana donde tecnologías, vehículos, redes, teléfonos, televisores, etc., son, o quieren ser “inteligentes”.

No existe una definición clara del concepto de smart cities; sin embargo si hay un cierto consenso en asentir que hace referencia a un conjunto de soluciones tecnológicas que tratan de ofrecer infraestructuras, servicios y prestaciones para hacer las ciudades sostenibles, mejorando la calidad de vida y la participación ciudadana de sus habitantes, asegurando una mayor eficiencia en la gestión de los recursos y apoyando un desarrollo económico basado en la competitividad y su capacidad para crecer económicamente.

La aspiración de diseñar y desarrollar este tipo de urbes no difiere mucho de la que se debería exigir a cualquier ciudad, sea o no inteligente. Pero este concepto de smart cities presenta un elemento diferenciador caracterizado por el uso y la aplicación intensiva de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC).

Las TIC se han introducido de tal forma en nuestras vidas que su amplia utilización y expansión han conducido a una verdadera revolución mundial que nos ha traído la denominada Sociedad de la Información. Se han impuesto en todos los sectores constituyendo un vector fundamental del cambio económico y social; por ello es posible pensar que con su apoyo las ciudades podrán ser mas sostenibles y respetuosas con el entorno a la vez que aseguren el desarrollo social y económico de sus habitantes, convirtiéndose en áreas más habitables y atractivas.

Pero la tarea es ardua; la dura realidad muestra que los desafíos son importantes. Veamos algunos datos: según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la población urbana mundial aumentará un 75% en las próximas cuatro décadas, alcanzando la cifra de 6.300 millones. Otros estudios, como los del Banco Mundial, nos indican que cada día se añaden casi 180.000 personas a la población urbana con la consecuencia de que para el año 2030 dos de cada tres habitantes de nuestro planeta vivirán en ciudades, donde desgraciadamente hoy en día habitan más de 750 millones de personas sin una vivienda digna ni servicios básicos.

Un mínimo análisis de estos y otros datos similares permite afirmar que estas concentraciones humanas si bien son fuente u origen de oportunidades sociales y económicas para los individuos que habitan en ellas, también lo son de problemas de inseguridad, fractura social, generación de enormes volúmenes de residuos de todo tipo, emisión de gases de efecto invernadero y otros muchos que afectan directamente a los tres grandes ejes de la sostenibilidad (social, medioambiental y económico) desequilibrando el conjunto hacia extremos de degradación medioambiental, aumento de las brechas sociales, pobreza y marginación.

Es pues necesario convertir a las ciudades en inteligentes lo cual implica sostenibilidad, igualdad, calidad de vida, servicios ciudadanos y competitividad. Para ello hay que reflexionar y actuar en profundidad sobre aspectos vitales para la sostenibilidad y habitabilidad de las grandes urbes, como son la eficiencia energética, gestión de residuos, acceso del ciudadano a los diferentes recursos, etc. Entre las soluciones que pueden identificarse destacan en primer lugar las TIC cuya integración en la vida y el crecimiento urbano permitirá desarrollar un concepto amplio de smart cities.