Cuando en 2006 decidimos inaugurar una sección de blogs de Tendencias 21 (www.tendencias21.net/conocimiento/) publiqué un post dedicado al controvertido tema de las nuevas tecnologías y la infancia. Han pasado unos años de rápida evolución en este campo, de forma que parte de aquellas afirmaciones parecen obsoletas ante la enorme difusión y utilización de las múltiples potencialidades que ofrece la Web 2.0, particularmente las redes sociales.
Comentaba entonces que las TIC (tecnologías de la información y comunicación) impactaban de forma muy sensible en los niños, quienes por sus vulnerabilidad están más expuestos a su influencia, no solamente por convivir con ellas, sino también por el hecho de que desde que nacen forman parte natural de sus vidas y de los hábitos de los adultos de su entorno, convirtiéndose rápidamente en una parte natural y muy atractiva de sus vidas.
Hace unas décadas los mayores peligros que podían acechar a un niño se encontraban en “la calle”, mientras que el entorno familiar ofrecía generalmente una protección adecuada. Hoy los términos han cambiado en parte; ahora algunas amenazas se encuentran dentro, caracterizadas en el caso que nos ocupa por la facilidad de acceso a estas tecnologías en especial a Internet y a las redes sociales.
Este fenómeno social no afecta solamente a los adultos; una simple mirada a nuestro entorno permite constatar que el acceso a Internet, y la utilización de las tecnologías que lo soportan, se produce a edades cada vez más precoces y además los niños no solamente lo hacen para jugar, aprender o divertirse, sino también para comunicarse con otros, la mayor parte desconocidos, imitando aquello que es tan habitual entre los mayores que les rodean.
Puede alegarse que la mayor parte de las redes sociales más conocidas y utilizadas no permiten el acceso a menores, pero estos controles no son muy estrictos e incluso en algunos casos son los propios familiares quienes facilitan de forma encubierta tal acceso, existiendo además cada vez más numerosos ejemplos de redes sociales dedicadas a los niños (como la muy conocida de Disney con más de 150 millones de usuarios entre 6 y 14 años repartidos por 175 países) que permiten emular a los mayores de forma divertida y a la vez segura.
Veamos una muestra; hace pocas fechas un importante directivo de Facebook reconocía su incapacidad para impedir que los menores de edad puedan configurar perfiles, admitiendo no disponer de un mecanismo para erradicar el problema de los menores de edad. Tal revelación se complementaba con una información indicando que a pesar de que Facebook tiene una norma por la que sus usuarios deben ser mayores de 13 años, una reciente investigación ha revelado que el 34% de niños entre 9 y 12 años del Reino Unido tienen un perfil en esta red social.
El debate sobre la utilización de las redes sociales por parte de menores de edad manifiesta la existencia de dos posturas opuestas, sin la existencia de un término medio lo suficientemente amplio como para equilibrarlas. Mientras que múltiples expertos abogan por utilizar estas herramientas para ayudar a los niños a crear y compartir su propio conocimiento, otros, por el contrario, opinan que no son un útiles adecuados para los niños y se decantan claramente por su prohibición.
A mi juicio lo correcto es utilizar las redes sociales como cualquier otra herramienta para que ayuden de forma apropiada al desarrollo de los niños, con un enfoque responsable que instruya en su uso adecuado. En este sentido comparto la opinión de Enrique Dans (www.enriquedans.com) cuando afirma que no es cuestión de restringir irracionalmente el uso de las redes sociales sino de racionalizar su uso con las actitudes adecuadas que eviten un enfrentamiento directo; es decir, no restringir el uso, sino controlar el abuso.
Y esto se consigue por medio de la adopción de una serie de medidas mínimas pero eficaces, como acordar unas normas de uso, principalmente sobre seguridad y privacidad, educar a los niños en el respeto a los demás y a ellos mismos, proporcionarles el conocimiento de las respuestas frente a posibles abusos, etc., sin olvidar un aspecto de gran importancia: los propios adultos deben estar en las redes, respetando la privacidad de los niños, pues uno de los graves peligros que amenazan a los menores es que consideren a sus mayores como ignorantes motivo por el cual no tienen en cuenta sus sugerencias y consejos.
En definitiva; aunque el mundo Internet ha cambiado mucho desde que publiqué aquel post, principalmente por la eclosión de las redes sociales, mi opinión continúa siendo la misma y consecuentemente la repito textualmente:
“Todos, padres y educadores, debemos ser responsables de fomentar el uso de estas tecnologías, como un complemento de la formación infantil, al facilitar el aprendizaje y la obtención de conocimientos. Hay que cuidar además que no sean solamente una ayuda para desarrollar o reforzar actividades mecánicas, sino que favorezcan la experimentación e impulsen la creatividad como una forma más de adquisición de conocimiento.
La tarea nos incumbe a todos, padres, formadores, sociedad, etc., pero no debemos esperar a que nos presenten soluciones por medio de normas y reglas, etc., sobre protección de la infancia. Esta sería una toma de posición cómoda y circunstancial, influida por la corriente dominante, y por ello insuficiente.
Lo fundamental es tomar conciencia de que el problema es nuestro, y a nosotros nos corresponde hacerle frente; que comienza en la propia familia, donde existe, o debería existir, la capacidad para preparar a los potenciales usuarios de estas nuevas tecnologías, contando, eso sí, con el apoyo de educadores, administración, etc., para conseguir que las medidas a aplicar sean más directas, persuasivas, continuas, en definitiva eficaces”
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