El pasado fin de semana, en el transcurso de una reunión familiar, una de mis hermanas comentó su experiencia en la utilización de las nuevas herramientas digitales en la formación de personas con discapacidad, calificándola de muy beneficiosa para ellas.

Por el entusiasmo que ponía en su relato deduje que también había una gran dosis de satisfacción personal, muestra de la simbiosis entre educador y discípulo tan necesaria y gratificante en las tareas formativas.  Estas conclusiones personales me condujeron a tratar un tema, el de la educación digital, al que hace tiempo quería dedicar algunas reflexiones.

Se trataba concretamente de la experiencia adquirida en el Colegio CEIP Arias Montano de Badajoz, (CEIP; Centro de Educación Infantil y Primaria) donde en su Aula de Pedagogía Terapéutica se educan alumnos con trastornos de hiperactividad con déficit de atención lo cuales, utilizando equipos digitales tan normales como ordenadores, consolas, tabletas, etc., alcanzan altos grados de motivación, aumentan el tiempo de atención sostenida y mejoran considerablemente la latencia y procesamiento de la información en comparación con los obtenidos con equipamiento tradicional o clásico.

El caso es un ejemplo evidente de cómo las nuevas tecnologías constituyen herramientas pedagógicas de la mayor importancia que permiten desarrollar habilidades y adquirir competencias a todos los alumnos y en cualquier nivel, incluidos aquellos que tienen más dificultades para adquirirlas, razón por la cual deben ser integradas en la totalidad de grados de enseñanza, formación y aprendizaje.

Es innegable que nos encontramos inmersos en una sociedad digital que sufre cambios tan intensos que a veces cuesta adaptarse a ellos, pero a los que no es posible sustraerse pues en múltiples ocasiones demandan la renovación de teorías, disciplinas, enfoques y metodologías. Y a ello no es ajena la educación, como tampoco lo fue en otras épocas de transformaciones profundas de la historia de la Humanidad.

En mis conferencias y presentaciones suelo incluir a la revolución de las TIC e Internet (la e-revolución) con las del Neolítico, hace 10.000 años, y la industrial, desde el siglo XVIII hasta principios del XX, pues las tres han dado lugar a grandes transformaciones sociales. Y en cada una de ellas se produjeron cambios importantes en la forma de transmitir el conocimiento.

De la transmisión oral, herramienta fundamental de la educación en los primeros tiempos de la Humanidad, se pasó a la escrita, y con ella al nacimiento de la pedagogía como actividad deliberada, complemento de la educación, y posteriormente, al conseguirse la capacidad de difusión impresa del conocimiento, se produjo una evolución hacia los nuevos enfoques y concepciones de la moderna pedagogía.

Continuando con este razonamiento es coherente pensar que la moderna revolución digital demanda también una revisión de los métodos pedagógicos para adaptarse a las nuevas exigencias de la sociedad digital.

En mi opinión tal revisión no debe consistir solamente en la utilización de las nuevas tecnologías con el fin último de disponer de aulas digitales, caracterizadas por el cambio de la tiza y el borrador por la pizarra táctil, la tableta y el smartphone, sino que es preciso llegar más allá poniendo estas modernas herramientas al servicio de la pedagogía, haciendo evolucionar sus técnicas y métodos con sentido práctico e innovador, de igual forma que lo están haciendo la economía, las formas de trabajar y las relaciones sociales.

Como apoyo a esta opinión personal sugiero lo afirmado por N. Abbagnano y A. Visalberghi en su obra “Historia de la pedagogía”:

….precisamente a la pedagogía compete la tarea de coordinar las contribuciones de las diversas ciencias y técnicas didácticas y de impedir que se caiga en recetas fijas, de evitar que se cristalicen los métodos y los valores, y, en resumen, de llevar a cabo aquella misión de apertura hacia lo nuevo y lo diverso.

Al cumplimiento de esta misión pueden y deben contribuir las tecnologías digitales; mas su utilización no debe orientarse como un fin, sino como un medio. Y corresponde a los que imparten el conocimiento integrarlas en su proyecto pedagógico de forma que permitan disponer de nuevas capacidades de formación aprovechando la utilidad de estas herramientas. En este contexto no debe caerse en la tentación de dotarse de útiles digitales simplemente porque son habituales o por que ejercen una cierta fascinación en alumnos y profesores. Se trata de seleccionar la herramienta y modalidad más adecuadas que permitan dar respuesta al objetivo final, que es educar.

En la apertura hacia la nueva era digital están involucrados tanto los receptores como los transmisores del conocimiento. Por una parte los alumnos, los cuales suelen ser nativos digitales, condición que les hace estar más acostumbrados a la utilización de estas tecnologías con la consecuencia de creer que, al tener fácil acceso a ingentes cantidades de información y en tiempo casi real, son ya detentadores del conocimiento. Grave error, pues este se obtiene con el aprendizaje, la formación, experiencia y reflexión y para ello se necesita tiempo y guía. De lo que se concluye que el saber sigue adquiriéndose en la escuela (física o lógica, real o virtual).

Por su parte esta también ha de transformarse; si la facilidad de acceso a la información y a ciertos conocimientos está cambiando a los alumnos, en la misma dirección deben hacerlo los enseñantes como responsables de la transmisión del saber. Ahora, más que nunca, deben responder al verdadero significado etimológico del término pedagogía, actuando como verdaderos guías de sus educandos.

La capacidad de estos de adquirir conocimiento demanda una mutación del enseñante quien no solamente debe transmitirlo sino que en mayor medida ha de ayudar a entender y aplicar la forma de acceder al saber, a conocer qué, cómo y dónde buscar, a discriminar lo útil de lo inútil y diferenciar lo verdadero de lo falso, aprender a generar y utilizar información, debatir y contribuir; es decir a utilizar positiva y eficazmente todas las capacidades de participación y colaboración que ofrecen las nuevas tecnologías digitales.

Puede argüirse que muchas de estas actividades ya se realizaban con anterioridad, pero nunca como ahora se dispone de tanta información, de forma que, sin el apoyo de su maestro, educador o pedagogo, un alumno puede disponer de más información que la contenida en cientos de enciclopedias y sin embargo mantenerse en la mayor de las ignorancias.

Existen múltiples modelos actuales de la mencionada mutación de la enseñanza y los enseñantes, como por ejemplo los conocidos como MOOC (Massive Open Online Courses o Cursos Masivos, Abiertos y On Line), a los que por su importancia dedicaré algún artículo posterior, o la denominada Clase inversa (o Flipped Classroom) un nuevo modelo de aprendizaje que combina la enseñanza on line con el aula. A diferencia del modelo tradicional, donde el tiempo de presencia se utiliza prácticamente para impartir conocimientos, en la clase inversa el aprendizaje se hace on line, con anterioridad al desarrollo normal de la clase, donde posteriormente se llevan a cabo actividades de trabajo o debate en grupos dentro del aula.

Este modelo puede parecer extraño para los profesores acostumbrados a la metodología tradicional pero presenta muchas ventajas, pues al utilizar las tecnologías a las que los alumnos están más acostumbrados y explotando el interés que muestran por ellas obliga a estos a una mayor disciplina individual en sus trabajos fuera de clase y hace la presencia en el aula más creativa y participativa.

En conclusión; las sociedades evolucionan y con ellas sus integrantes quienes no deben tener miedo a progresar y a cambiar lo que se ha hecho hasta ahora. Albert Einstein afirmaba: «El arte más importante del maestro es provocar la alegría en la acción creadora y el conocimiento”. En la enseñanza y formación de nuestros días esta satisfacción se conseguirá cuando los educadores adapten sus aptitudes y prácticas a las demandas de una nueva sociedad cuyos ciudadanos, sus alumnos, nacen ya acostumbrados a las modernas tecnologías.

Hasta entonces la educación digital será una asignatura pendiente que habrán de superar tanto discentes como docentes.