En una reciente visita a la Escuela de Arquitectura, Ingeniería y Diseño de la Universidad Europea de Madrid manifesté a su director y resto de acompañantes mi felicitación por haber dedicado cada una de las aulas, laboratorios y demás espacios didácticos a la figura de una mujer.

Comentaba al respecto que la importante contribución de las mujeres al desarrollo científico es desafortunadamente poco conocida al no tener visibilidad, bien por no haber sido reconocida, en algunos casos, o en otros muchos debido al conocido como efecto Matilda (en recuerdo de Matilda Joslyn Gage) por el que su trabajo se atribuyó a sus familiares o compañeros masculinos.

Esta realidad se manifiesta cuando se pregunta por mujeres que hayan destacado en los campos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (conocidos como STEM por sus siglas en inglés) obteniendo casi unánimemente como respuesta la mención a Madame Curie, olvidando o desconociendo la existencia de otras como por ejemplo Marie Lavoisier, considerada como madre de la química moderna a pesar de que sus investigaciones se atribuyen por completo a su marido, Antoine Lavoisier, o  Rosalind Franklin, quien contribuyó al descubrimiento de la estructura del ADN al obtener las primeras imágenes del mismo, o la física austriaca Lise Meitner, que formó parte del equipo de investigadores que descubrió la fusión nuclear y sin embargo se la excluyó del Premio Nobel concedido a su colega Otto Hahn.

Si la pregunta se ajusta al campo de la informática el desconocimiento es casi absoluto cuando la figuras también son numerosas destacando entre ellas Grace Murray Hopper, inventora del lenguaje COBOL, que junto con FORTRAN fueron los primeros con que me inicié en este campo, o la Condesa de Lovelace, Ada King, pionera de la programación al trabajar con el motor analítico de Charles Babbage a quien al menos posteriormente se reconoció su trabajo poniendo su nombre a un lenguaje de programación orientado a objetos.

Comentando este tema en una reunión familiar una de mis hijas me recomendó la lectura de un trabajo de investigación elaborado por varias Universidades de los EEUU donde se destaca que ya desde muy temprano, a los seis años, aparecen estereotipos de género que diferencian negativamente las capacidades y habilidades intelectuales de las niñas en relación con los niños.

Tales estereotipos permanecen e incluso aumentan en la edad escolar, a pesar de que la realidad muestra que tanto niños como niñas se interesen por las ciencias, con la consecuencia que al llegar a la educación superior las mujeres se alejan de los campos STEM.

¿Qué dicen los datos?

Las cifras son elocuentes; de acuerdo con la UNESCO en el mundo las mujeres representan menos del 30% de los estudiantes que cursan carreras científicas y no llegan al 34% las investigadoras.

Similar es el caso español; según los datos facilitados por el Ministerio de Universidades un 54,8% de alumnos matriculados en España el curso 2018-2019, fueron mujeres, de las cuales un 55,2% se matricularon en Grado, un 54,4% en Máster y un 50,1% en Doctorado.

Sin embargo esta mayor proporción disminuye cuando se trata de carreras de ingeniería y arquitectura donde las matriculaciones de hombres y el número de egresados superaron el 70% en comparación con la rama de Ciencias de la Salud donde no llego al 30% la proporción de hombres matriculados y la de egresados, cifras que fueron similares en el postgrado (Máster y Doctorado)

Si el análisis se lleva a cabo en el dominio de las carreras STEM las cifras son mas desalentadoras; el porcentaje de alumnas en estas materias alcanza un 12% según se indica en el informe “Empleo IT y Mujer: 10 profesiones con futuro (2020)”, elaborado por Infoempleo y la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR) destacando particularmente el caso de la Informática donde en los años 80 había un 30% de alumnas matriculadas en esta rama de la Ingeniería y en la actualidad se mantiene en un 12%, o de las Matemáticas que han sufrido una caída del la mitad de las matriculaciones de mujeres desde principios de siglo alcanzando hoy menos del 40%.

¿Cuáles son las causas?

Una de mis nietas, precisamente de 6 años, desde muy pequeña disfruta haciendo puzles y diseñando construcciones con Legos. ¿Se trata de una de las excepciones a las reglas? Evidentemente no; ella es un ejemplo más de que las reglas son artificiales creadas por clichés y tópicos sociales.

Entre ellos, además de los mencionados estereotipos de género, cuya influencia en la elección de carrera es grande, pueden identificarse otras causas como la falta de referentes o modelos en los que fijarse, el miedo a encontrarse un entorno hostil, dominado por hombres, la incertidumbre sobre el desarrollo profesional, incluida la brecha salarial de género, la equivocada actitud de algunos educadores que subestimando las capacidades y habilidades científicas de las niñas orientan su futuro hacia otras carreras para las que las consideran más aptas, como por ejemplo Ciencias de la salud, sin olvidar la extendida costumbre de considerar a los profesionales de las ciencias como personas extrañas un tanto ajenas al mundo real (cuantas veces he escuchado que los físicos somos “gente rara”)

Formación en STEM; romper la brecha

La revolución digital ha alterado muchos esquemas y prácticas habituales hasta ahora incluyendo los enfoques tradicionales del mundo del trabajo. En este contexto las previsiones estiman que en los próximos años la digitalización genere más de un millón de puestos de trabajo, gran parte de ellos en el campo de las STEM.

Pero no debemos pensar en el concepto STEM como unos estudios limitados a unas carreras específicas sino a la adquisición de competencias que afectan más a los perfiles profesionales que a las profesiones, siendo precisamente éstos los que se están demandando para responder a las nuevas necesidades.

La formación en STEM es multidisciplinar basándose en la investigación, innovación y resolución de problemas del mundo real mediante un enfoque práctico que fomenta las habilidades analíticas, la creatividad y el pensamiento crítico, estimulando el interés por las materias diferentes que abarca.

Siendo conscientes de su importancia ¿vamos a mantener que permanezcan ajenas a ella muchas niñas y mujeres? No existen pruebas biológicas que demuestren que ellas tengan diferentes capacidades intelectuales que impidan o dificulten que estudien y ejerzan profesionalmente materias STEM. La inteligencia, el talento, la creatividad, las diferentes habilidades, etc., no dependen del sexo, son inherentes a las personas, tanto si son congénitas como adquiridas en las diferentes etapas de la vida.

Si continuamos manteniendo las diferencias, además de amparar una absurda discriminación, desperdiciamos la contribución de un importante número de personas capaces de adquirir y aplicar habilidades de futuro que ya están siendo la base de importantes cambios sociales y económicos.

En conclusión,

debemos hacer un esfuerzo para romper también este techo neutralizando los estereotipos sociales y fomentando desde la infancia el desarrollo de habilidades que inclinen a las mujeres a incorporarse al mundo STEM para que aquí también ocupen el papel que les corresponde en este campo llamado a afrontar parte de los desafíos que plantea la moderna sociedad digital.